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Como es natural y ocurre año tras año desde hace muchísimo tiempo, la llegada de las fiestas y celebraciones del Apóstol supone la llegada a Santiago de las ferias y de las atracciones que se sitúan en la Alameda y que hacen las delicias de los espíritus más jóvenes de la ciudad.
Los niños son los primeros que flipan con este tipo de eventos: sus padres los llevan allí y tal despliegue de sonidos, colores y luces hace que se exciten en demasía y que lleguen a casa verdaderamente baldados y se duerman rápidamente para soñar con lo que han visto. Al día siguiente posiblemente querrán volver… y posiblemente conseguirán que sus padres les lleven. Seguramente también conseguirán que les compren algo o que papá gane algún peluche disparando balines o tirando dardos.